Los mayores obstáculos durante el proceso psiconutricional: reflexiones desde la consulta

Cuando Carla llegó a nuestras consultas convencida de que en unas semanas podría dejar atrás años de dietas y sanar su relación con la comida, no sabía algo:

El proceso psiconutricional no es un atajo, sino un largo camino lleno de aprendizajes y descubrimientos, pero también de obstáculos.

Ella cargaba con una mochila que le parecía un laberinto sin salida: años de dietas fallidas, culpa tras cada comida, y una gran inconformidad con su peso.

Como muchas otras personas que acuden a nuestras consultas en busca de ayuda, Carla había vivido atrapada en las reglas dietéticas y las falsas promesas de la cultura de la dieta. Desengañada, acudía con un deseo profundo de cambio y estaba preparada para trabajar duro.

Le explicamos que el proceso de psiconutrición no es un camino recto, sino que se nos íbamos a enfrentar a obstáculos.

Desde el inicio, Carla tuvo que enfrentarse a desafíos muy comunes en este tipo de acompañamiento.

En un punto determinado, ella sintió impaciencia por los resultados. Como muchas personas, Carla deseaba sentir cambios sólidos rápidamente. Había pasado años escuchando que las dietas prometían resultados inmediatos. Sin embargo, este camino era diferente. Aprender a confiar en su cuerpo, dejar atrás las reglas dietéticas y sustituir creencias limitantes, requería paciencia y constancia. Aunque al principio esto la frustró, pronto entendió que estaba reprogramando hábitos profundamente arraigados.

Carla tenía un diálogo interno lleno de juicios, así que la culpa por no seguir una dieta aparecía de vez en cuando. Si comía algo etiquetado de «prohibido» en el pasado, el sentimiento de culpa la abrumaba. En consulta, trabajamos en sustituir ese juicio por curiosidad, dándose permiso para explorar cómo los alimentos podían ser aliados en lugar de enemigos.

Por otro lado, Carla llegó con la creencia de que para sentirse bien consigo misma debía cambiar su cuerpo. Aunque lo descartó como objetivo al inicio del tratamiento, el deseo de perder peso seguía en su interior. Sin embargo, entendió que priorizar esto limitaría su progreso en la relación con la comida y su cuerpo. Así que trabajamos en que aprendiese a aceptar su cuerpo tal como era, aunque no estuviera conforme con su figura, y separarlo de la obsesión social por la delgadez.

Como profesional, mi mayor reto fue luchar contra mi propio sesgo de peso internalizado.

Solo desde la empatía pudimos acompañarla en sus objetivos, sin perpetuar sus juicios y autoestigma de peso.

En esencia, el proceso le devolvió la conexión con su propio cuerpo, transformando tanto su relación con la comida como la vida en general.

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