No fue de la noche a la mañana. Comenzó con pequeños detalles, en cosas que consideraba «normales».
Como dietista-nutricionista, siempre sentí la responsabilidad de “dar el ejemplo”: estar en el peso adecuado, cumplir con las recomendaciones que daba a mis pacientes, y mantener la imagen que, creía, los otros esperaban de mí.
Pero, sin darme cuenta, esa misma responsabilidad fue transformándose en presión, en autocontrol y en una insatisfacción corporal que afectó mi propia relación con la comida.
Un «Ejemplo» Difícil de Mantener
Ser dietista-nutricionista implica un compromiso con la salud, pero la presión por representar a la “perfección” me llevó a cuestionarme y a tener dudas sobre mis propios hábitos. ¿Qué pensarían mis pacientes si me ven disfrutando de un postre? ¿O si, después de una comida, no “compensaba” de alguna forma?
En consulta, me pedían “secretos” para adelgazar rápido y “mágicos consejos” para controlar la alimentación. A menudo, mis respuestas venían cargadas de principios de nutrición basados en ciencia, pero internamente sentía una inquietud constante.
La insatisfacción con mi propio cuerpo me empujaba a querer «ajustarme» a esas expectativas. Sin darme cuenta, estaba atrapada en una relación alterada con la comida, llena de reglas, restricciones y una mentalidad que empezaba a parecerse a la que intentaba ayudar a otros a superar.
Los profesionales de la salud, incluso aquellos que trabajamos en el área de la nutrición, enfrentamos problemas con la insatisfacción corporal
La Realidad de la Insatisfacción Corporal en Dietistas-Nutricionistas
Algo de lo que no se habla a menudo es cuántos profesionales de la salud, incluso aquellos que trabajamos en el área de la nutrición, enfrentamos problemas con la insatisfacción corporal.
Para muchas de nosotras, la imagen y el peso son parte del «rol», algo que hay que mantener para ser una «buena» profesional.
Sin embargo, esa presión no es saludable ni realista.
Poco a poco, empecé a descubrir que mi enfoque en la alimentación era más bien restrictivo y controlador, en lugar de intuitivo y basado en el bienestar.
Me di cuenta de que, al igual que muchos pacientes, estaba adoptando reglas alimentarias rígidas que no me permitían disfrutar de la comida con satisfacción plena.
Esto comenzó a afectar a mi propia vida personal y, sorprendentemente, a la calidad de mis consultas.
Notaba que mi empatía disminuía y que, inconscientemente, podía proyectar en mis pacientes algunas de mis propias inseguridades o expectativas.
Al incorporar todo lo aprendido en mi vida, no solo encontré un equilibrio en mi relación con la comida, sino también una herramienta poderosa para mi práctica profesional.
Mi camino hacia el Bienestar Integral
Aceptar que, como dietista-nutricionista, también necesitaba cambiar fue un paso importante.
Mi formación a lo largo de los años en Conducta alimentaria para el cambio de hábitos, Coaching nutricional, Mindfulness y Compasión, Mindful Eating, Alimentación intuitiva e Imagen corporal en consulta nutricional y psico-nutrición me abrió los ojos a un abordaje más consciente y empático, no solo hacia mis pacientes, sino también hacia mí misma.
Comprender cómo las emociones afectan la alimentación, y cómo las exigencias profesionales pueden distorsionar la relación con la comida, me ayudó a redefinir mi propio camino hacia el bienestar.
Al incorporar todo lo aprendido en mi vida, no solo encontré un equilibrio en mi relación con la comida, sino también una herramienta poderosa para mi práctica profesional.
Empezar a trabajar en mis patrones y aprender a escuchar mis verdaderas necesidades no fue fácil, pero fue necesario. Hoy puedo decir que me siento más segura y que esa seguridad me permite ofrecer una consulta de psiconutrición más ética y libre de juicios, donde mis pacientes y yo nos enfocamos en la salud integral, y no en ideales de perfección.
Trabajamos en un área que debería centrarse en la salud y el bienestar, pero que, a menudo, puede volverse exigente y perfeccionista
De Nutricionista a Humano: La Importancia de la Autocompasión
Mi historia no es única, pero refleja la importancia de ser conscientes de nuestras propias necesidades y limitaciones.
Como dietistas-nutricionistas, trabajamos en un área que debería centrarse en la salud y el bienestar, pero que, a menudo, puede volverse exigente y perfeccionista. Reconocer que, incluso nosotros, podemos tener problemas con la comida y el cuerpo es un paso hacia una práctica más ética y auténtica.
Si eres un dietista-nutricionista y sientes que puedes estar atravesando algo similar, te invito a reflexionar y a preguntarte si quizás necesitas también ayuda.
Aceptar que no tienes que ser un modelo de perfección es liberador y, además, convierte tu práctica en una experiencia mucho más humana y enriquecedora para ti y para tus pacientes.
Como conclusión te cuento que la insatisfacción corporal y la relación alterada con la comida son realidades que también afectan a los profesionales de la nutrición y que explorar y trabajar en estas áreas a través de un enfoque psiconutricional no solo beneficia nuestro bienestar, sino que nos permite practicar desde un lugar de compasión y empatía. Debemos recordar que somos humanos y que cuidar de nuestra relación con la comida y el cuerpo es fundamental para ofrecer un acompañamiento respetuoso y auténtico.
Firmado:
Cualquiera de nosotras 😉