En primer lugar, permíteme que me presente. Mi nombre es Cualquiera de Nosotras.
No me cabe duda de que mi nombre te sorprenderá, pero lo entenderás conforme avances en la lectura de este post y de los siguientes de mi blog.
«Cualquiera de Nosotras somos mujeres gordas que deseamos adelgazar, mujeres delgadas que tememos engordar y cualquier mujer, tenga la edad que tenga, que viva en una sociedad en la que la delgadez se considera la virtud por excelencia.»
Nací en una familia normal. Tengo dos hermanos. Tuve una infancia feliz, de lo más tranquila, con las enfermedades típicas, sin mayor importancia. La relación con mis compañeros de colegio y con mis amigas también fue normal.
Como puedes deducir, soy una mujer más de las que te rodea, para quien todo lo considerado como “normal” es bien recibido.
Mi vida estaba rodeada de una normalidad enfocada hacía lo correcto. Asumía con naturalidad todas las influencias de la sociedad que me rodeaba. Los comportamientos correctos, las ideas correctas, los conceptos de salud correctos.
Sin ser consciente de ello, estaba asumiendo como míos todos los estereotipos sociales. Entre ellos, había alguno que me empeñé en seguir con afán, pero que lejos de permitirme transitar mi juventud tranquilamente por la normalidad, me causaron una ansiedad que me bloqueaba: ser delgada para tener salud y ser bella.
Tenía asumido que ambos términos estaban absolutamente ligados. Para estar sana, hay que estar delgada. Todo lo que me rodeaba daba fuerza y consistencia a ese mensaje: el pediatra, el médico de cabecera más tarde, mi ginecólogo, el de la piel (tengo problemillas), la escuela y más tarde la universidad (estudié medicina), mi familia, las amigas, la prensa, la televisión, las noticias, las revistas de tendencias y, lo más invasivo, las redes sociales. Las redes sociales, ¡se te meten hasta en la cama!
En el momento que sentía que mi cuerpo era “grande” por cualquier motivo, mi respuesta automática era intentar adelgazar. Tras subir de talla de pantalón en la adolescencia, tras el comentario de mi abuela “qué lozana te has puesto”, tras sentirme llena después de cada comida con mis amigas las flacas.
Tenía la conciencia intranquila. Me preocupaba no estar haciendo lo correcto y subir de peso. Así que poniéndome “a raya” con la comida conseguía el objetivo de seguir los patrones de salud establecidos y calmar mi conciencia.
Lo de ser delgada para estar guapa no debería haberme preocupado tanto, porque “soy guapa de cara”, al menos eso es lo que siempre me han dicho. Pero esto tampoco era exactamente así, porque todo lo que me ha rodeado siempre me decía que si no eres delgada, no vales para nada y no vas a ser nadie en la vida.
Así que los estereotipos de salud y belleza me han amargado bastante. He llegado a ser mi peor enemiga, aunque me he sentido querida por toda mi gente. ¡Qué contradicción!
Empecé a mirar la comida como a un enemigo contra el que hay que luchar siempre. Por épocas sentía que perdía el poder de decidir cuándo comer y, sobre todo, cuándo parar de hacerlo. Me mantuve en el péndulo de restringir-abusar de la comida durante años.
El mayor problema empezaba al adelgazar. Todos me admiraban por el esfuerzo, me sentía poderosa para controlar lo que comía, para hacer ejercicio y lo que hiciese falta. Era el subidón, pero… ¿cómo soltar esa sensación cuando te agotas? No era fácil asumir la frustración y sentirme culpable por fallar. Naturalmente, acabé obsesionada con no engordar.
También me comparaba constantemente con otras mujeres, y no solo con su cuerpo, sino con sus motivaciones: su alimentación “perfecta”, sus entrenamientos. Estaba convencida de que yo era defectuosa. Yo era el problema. Pero no era yo la culpable de mi sufrimiento, ni tú que me estás leyendo lo eres del tuyo, ni nadie que ha caído en esta trampa.
Para poder solucionar mi problema, me ayudaron a encontrar la causa y, a partir de ese momento, entendí que sólo yo podía darle la vuelta a la situación.
Comprendí que mi idea de lo que es salud para mí, es única e intransferible, y, desde luego, ahí no entra la obsesión por el cuerpo y la comida.
Decidí que mi relación con los demás la decido yo, basta de compararme. Que mi relación con la alimentación es mía, no necesito que me digan cuánto comer, como tampoco necesito que me digan cuánto respirar… Y, por tanto, en mí estaba la solución a un presunto problema que no he creado yo. No soy culpable, soy víctima, y no quiero serlo más. Quiero ser libre, liberando mi alimentación y todo lo que ello implica.
En este blog iré compartiendo contigo cómo he ido aprendiendo de mis experiencias en este tránsito hacia mi libertad, que no está siendo fácil, pero que lo llevo cada vez mejor. Te iré enseñando las trampas que nuestra sociedad nos pone, manteniéndonos insatisfechas y sometidas para beneficio de otros. ¡Las mejores clientas!
Bienvenida a mi historia. Es la historia de Cualquiera de Nosotras.
¡Toma las riendas y libera tu alimentación!
Lo que se publica en este blog tiene fines meramente informativos o educativos, en ningún caso sustituye el consejo individualizado de un nutricionista o médico.