Es importante que sepas, que yo, Cualquiera de Nosotras, me esforcé mucho en seguir los mandatos de “lo correcto” antes de liberar mi liberación.
Caminaba cada día en lugar de coger el autobús, disfrutaba de hacer zumba dos días a la semana, llevaba una alimentación equilibrada y saludable… Vaya, lo que conocemos por dieta mediterránea … ¡Yo me encontré sana y feliz!
Vamos, que mi conciencia estaba muy tranquila porque lo hacía todo bastante “bien”, hasta que llegó el momento del palabro que más odiaba, pero que irremediablemente salía en el informe de la revisión médica de la empresa. “Tienes un IMC de…”. NO QUIERO OIR, pero siempre terminaba oyendo la terrible sentencia: tienes sobrepeso, tu IMC es 28, cuidar debes de tu salud. Otra vez, después de esforzarme tanto, otra vez. Es el calvario de todos los años.
No bastaba con tener unas analíticas perfectas, un corazón fuerte, y estar decente mental y emocionalmente. Por lo visto, “no cuidaba de mi salud lo suficiente”
Etiquetar tu cuerpo con una cifra de IMC no te ayuda a sentirte bien contigo misma.
Investigué qué quiere decir SALUD y según la OMS salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. ¡Yo me identifiqué en esa definición!
Siguiendo con mi historia, os cuento que algunas de mis compañeras de trabajo, más o menos en la misma situación, se preparaban para “dar la talla”, o más bien “dar el IMC” en la revisión médica. Unas semanitas antes “cerraban la cremallera”. Solían cambiar la bocata del almuerzo por un par de tortitas de maíz o una barrita de 40 kcal, dejaban de ver a los amigos el sábado, y esquivaban las celebraciones.
Ellas me animaban cada año a unirme al “reto IMC”, como lo llamaban. El caso es que a mí no se me dio nada bien aguantar el hambre, las ganas de estar con mis amigos y de compartir el pastel de cumpleaños de mi hermano, que justo siempre caía por esas fechas de la revisión médica de la empresa..
Así es que, año tras año, estuve sintiéndome mal por no cuidarme más tras escuchar lo mismo.
Preocuparte por tu IMC no te ayuda a cuidarte más .
¡Cómo un solo término podía hacerme sentir tan insuficiente, y condicionar tanto mi sentido de valía personal!
Decidí investigar y, hoy, te puedo contar qué es eso del IMC. Cuando lo sepas, como a mí, te ayudará a dejar de pensar que vales menos porque pesas más, estoy segura.
Como ya he dicho, la OMS incluye como parte de la salud integral, la mental y social, pero nos confunde exponiendo que el IMC es una fórmula matemática que relaciona peso y estatura, usándose para identificar el “sobrepeso” y la “obesidad”. A la vez, dice que el “sobrepeso y la obesidad” se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa y, amiga, no se mide con la báscula y el tallímetro.
EL IMC se inventó para hacer estadísticas sobre las personas en Centroeuropa, en el año 1832. Sí, hace casi dos siglos. Nunca ha tenido en cuenta el estado nutricional de las personas, ni sus hábitos alimentarios, de ejercicio o de vida social, ni las proporciones de los compartimentos corporales (líquidos, músculo, masa ósea, grasa…). Tampoco tiene ninguna relación con la tensión arterial, el colesterol, la salud digestiva, la salud mental, etc.
En fin, no tiene sentido que el IMC se utilice como índice para diagnosticar salud y, si es alto, te anime a conductas de riesgo para tu salud (como son las dietas restrictivas) con el fin de “mejorar tu salud”
Me preguntaba a quién beneficiaba ponerme la “etiqueta” de sobrepeso. Bueno, ponérsela a ¡tanta gente!
Averigüé que quienes primero lo usaron, como criterio para medir la salud, fueron las compañías de seguros en EEUU en los años 50. Les sirvió para establecer distintas tarifas a sus clientes según su IMC. ¡Aja! los clientes con IMC más alto tenían precios más caros, argumentando que su salud era peor. ¡Injusto!, ¿no?
Más tarde, en 1998, el Instituto Nacional de Salud de EEUU redujo los límites para definir sobrepeso, pasó de un IMC 27,8 a un IMC 25. Así de fácil, unos 29 millones de americanos se acostaron esa noche con “normopeso” y se levantaron al día siguiente con “sobrepeso”. ¿Quién se benefició de esto? Las personas afectadas aumentaron las contrataciones de servicios y compras de productos para adelgazar. ¿Esto te sorprende tanto como me sorprendió a mí?
Después de conocer todo esto, me dije: ¿Crees que merece la pena que ese sospechoso dato, que no tiene en cuenta todo lo que SÍ sirve para medir la salud, pueda condicionar tu vida?
Desde que soy más sabia, siempre hago esta pregunta: Querida doctora de empresa, ¿sobre qué peso tengo sobrepeso? ¿Sobre el peso medio de las personas que vivían en Centroeuropa en los años 1830? Y ¿también tengo “sobre-talla” porque mido 1,75m y calzo un 41 de pie?
Lo que no soy es “sobre-tonta”, y sigo cuidándome con sentido común, porque me funciona.
¡Hasta la próxima!
María 😊
Lo que se publica en este blog tiene fines meramente informativos o educativos, en ningún caso sustituye el consejo individualizado de un nutricionista o médico.